Descripción


La serie Encuentros, que en su primera entrega protagonizan el pintor madrileño José Díaz (1981) y la escultora valenciana Ángeles Marco (1947-2008), dos creadores de muy diferentes generaciones y contextos, pretende tejer posibles relaciones entre figuras de la Colección Arte Contemporáneo y artistas de generaciones posteriores con el fin de recuperar el legado de aquellas desde los ojos del presente. La selección de estos dos artistas está basada en nuestra voluntad de reivindicar la figura de Ángeles Marco, cuya obra reclamaba una revisión desde los códigos estéticos de nuestro tiempo, un ejercicio que recientemente ha realizado, con notable éxito, el IVAM en su ciudad natal. El Museo Patio Herreriano, que acoge en la Colección Arte Contemporáneo dos piezas importantes de la artista, Pasadizo, de 1987, y Sin título (de la serie Suplemento), 1990, se une a este objetivo institucional de recuperar el trabajo de figuras relevantes de nuestro pasado reciente.


A las obras de Ángeles Marco se acercan las pinturas de José Díaz realizadas en los últimos años. Nacido en Madrid en 1981, Díaz lidera una generación de artistas formados al abrigo de las tecnologías digitales que, en su caso, no eclipsan una voluntad de aferrarse a una tradición estética que es emblema de la identidad cultural de nuestro país, pues a un mismo tiempo bebe de fuentes procedentes de la literatura, la pintura y el cine españoles del siglo XX, que conoce en profundidad, y del contexto que le vio crecer, la ciudad de Madrid, a la que alude reiterada pero veladamente en sus pinturas.


La serie Encuentros, que tendrá continuidad en diferentes formatos y espacios del museo, quiere llamar la atención sobre posibles analogías entre artistas de nuestra colección y otros de jóvenes generaciones y a la vez alumbrar posibles disensos que puedan ser también productivos.


Las pinturas de José Díaz resumen el tránsito entre la tradición y el presente, entre el acervo cultural que ha forjado buena parte de la identidad cultural de nuestro país y el dinamismo tecnológico y urbano de nuestro tiempo. Su obra traduce también muchas de las estrategias a las que acude la pintura para hacerse visible, pues emplea diferentes registros para subrayar el modo en que la imagen pictórica va ocurriendo, con todas las propiedades que el uso del gerundio sugiere, a ritmo y velocidad desiguales.

Las primeras pinturas de José Díaz ofrecían un mundo oscuro no exento de un dramatismo que bien podemos asociar con numerosos pasajes de nuestra historia cultural, desde el Barroco hasta la abstracción informalista, de la que la Colección Arte Contemporáneo tiene buenos ejemplos). Poco a poco su paleta se fue iluminando, dando paso a superficies más claras en las que asomaban repentinamente giros de cromatismo vibrante que contrastaban con esa atmósfera oscura y turbia, casi sucia o mugrienta de puro urbana. Motivos abstractos que traducían su experiencia en su Madrid natal (alguna vez habló de los túneles de la M-30 y de la oscuridad de los tugurios madrileños) fueron contaminándose de otras referencias al mundo digital, y juntos conformaron un universo que reúne pasado y tradición con la enloquecida naturaleza de nuestro presente.


Las obras de Ángeles Marco, que han sido tradicionalmente percibidas como el resultado de herméticas reflexiones en torno al proceso de crear, tienen también algo de ese ejercicio de "traducción" empleado por José Díaz. En su obra se hizo siempre visible un sufrido tránsito de las ideas a las formas, esto es, el modo en que llegaba la artista a las soluciones plásticas que traducían la complejidad de su pensamiento. Cuando nos situamos frente a Pasadizo vemos un túnel que parece ser el vehículo que convierte esas ideas en elementos escultóricos, una conversión de lo negativo del pensamiento al positivo de las formas. Pero este pasadizo no se atraviesa. Es sencillamente un objeto que pone de manifiesto la idea que da significado al trabajo. Es una escultura que tiene algo de arquitectura y que no excluye una alusión a lo urbano, pero esta apariencia objetiva no debe nunca excluir la tensa y obstinada búsqueda interior de la artista en su voluntad de dar salida a todo lo que deba ser dicho.


Esta idea del negativo al positivo, tan ligada al lenguaje fotográfico, se hace visible con especial nitidez en Sin título (de la serie Suplemento), 1990, una pieza de pared que evoca precisamente lo que, como se ha dicho en alguna ocasión, podría parecer el interior de una cámara fotográfica, el lugar en el que se resuelven las imágenes que, después, en la negra oscuridad del laboratorio, verán finalmente la luz. Todo el trabajo de Ángeles Marco se sitúa, de una forma u otra, en esa tensión entre el lenguaje y las formas, en dura pugna siempre por hacerse por fin visibles, como la pintura de José Díaz, que, a través de sus múltiples registros, apela a la duración, al estar haciendo, como método ineludible.