Descripción

El dióxido de azufre (SO2) es un gas incoloro no inflamable con un olor penetrante que irrita los ojos. Reacciona en la superficie de cualquier material particulado que se encuentre en la atmósfera, es soluble en agua y puede oxidarse en el aire sin necesidad de que existan gotas de agua. La fuente más común del dióxido de azufre incluye el quemado de combustibles fósiles, la manufactura del ácido sulfúrico o la conversión de la pulpa de madera en papel. También la incineración de residuos y la producción de azufre elemental. El quemado del carbón es la fuente más próxima a nosotros en la producción de dióxido de azufre llegando a contabilizar hasta el 50% del global de emisiones. La fuente natural de emisiones de dióxido de azufre la forman los volcanes.

El dióxido de azufre es un gas corrosivo que combinado con el vapor de agua presente en la atmósfera produce lluvia ácida. Tanto la deposición húmeda como la seca de estas emisiones, se encuentran implicadas en daños y destrucción de la vegetación y en la degradación de los suelos y edificios, materiales y cursos de agua. El dióxido de azufre en el aire ambiente se encuentra también asociado a problemas de salud como el asma o la bronquitis crónica.

Los mayores problemas generados por el dióxido de azufre no solo aparecen en las ciudades donde se utiliza el carbón como combustible para la calefacción doméstica, sino también en la industria y en las ciudades cercanas a centrales productoras de energía. Las centrales térmicas no suelen encontrarse cercanas a las áreas urbanas pero sus emisiones afectan sensiblemente a la calidad del aire de las zonas rurales y urbanas próximas. Sin embargo el uso doméstico del carbón en las ciudades y en las centrales generadoras de energía eléctrica se encuentra en franca recesión, de esta forma las emisiones de dióxido de azufre han disminuido en la mayoría de las naciones europeas, aunque a largo plazo no se considera que la situación pueda mejorar significativamente en su impacto para la salud humana.

Los efectos del dióxido de azufre sobre la salud de las personas tienen una referencia histórica durante el episodio de Londres de 1952. Del resultaron aproximadamente 4000 muertes prematuras por enfermedades del corazón y bronquitis. Desde aquel episodio las emisiones a la atmósfera en Europa de este compuesto químico se han reducido significativamente mediante la introducción de controles legislativos y la implantación progresiva de combustibles limpios. La investigación médica ha demostrado que son los asmáticos los individuos que mayores daños reciben en comparación con los individuos sanos. Estos a concentraciones moderadas sufren fallos en la función pulmonar, y un engrosamiento de la pared pulmonar aparece cuando el dióxido de azufre se encuentra en concentraciones elevadas llegando a precisar asistencia médica. El dióxido de azufre se considera aun más peligroso cuando concentraciones elevadas de este gas se unen a concentraciones elevadas de material particulado. Esto es conocido como efecto "cocktail".