Descripción

Divididos en equipos de cuatro efectivos y aprovechando sus días de vacaciones, un grupo de bomberos del Ayuntamiento de Valladolid ha viajado en 8 relevos, desde principios de diciembre hasta la segunda quincena de marzo, a la isla griega de Lesbos, en la que han desempeñado tareas de ayuda en desembarcos y apoyo a los refugiados que llegan hasta ese rincón de Europa huyendo de la guerra de Siria.

Respondiendo a una iniciativa de los bomberos de Palencia y formando parte de un grupo de compañeros de todas las provincias de Castilla y León, los bomberos han regresado convertidos en portavoces del drama humano que se vive estos meses en Europa, y que ellos consideran "sólo el principio" de otro mucho mayor.

No tienen reparos en manifestarse profundamente críticos con la política europea, que no comprenden, y que ha dejado de lado sus responsabilidades para con estos cientos de miles de personas a quienes sólo atienden ONGs y voluntarios como ellos.

Así se lo manifestaron al alcalde de Valladolid, Oscar Puente, y a los concejales de Seguridad, Luis Vélez, y Servicios Sociales, Rafaela Romero, a quienes relataron los sobrecogedores detalles de sus viajes y cómo, en ocasiones, ante la situación en la que veían llegar a familias enteras, formadas por bebés de pocos días de vida, abuelos y mujeres embarazadas, "teníamos que volver la cara para que no nos vieran los lagrimones".

"Somos afortunados por poder hacer esto", afirman Marcos Benito, Kike Pinacho, Oscar Vega y Juan Cruz, "aunque estamos sólo 15 días y somos una anécdota entre gente que lleva allí meses".

Los bomberos vallisoletanos han ayudado en situaciones en las que las embarcaciones ni siquiera llegaban a la costa, puesto que las mafias tiraban al mar en plena noche a personas a las que hubo que acceder a través de un monte para intentar salvar sus vidas junto a médicos israelíes y holandeses a quienes consiguieron convertir en un pequeño equipo de auxilio a base de "rondas de llamadas" entre ellos.

Marcos, Kike, Oscar y Juan relataron cómo las lanchas y barcos, con una media de entre 40 y 60 personas a bordo, -y algunos de varios pisos que transportaban a cientos de ellas-, son de distintas características, de modo que, dependiendo de lo que las personas que huyen puedan pagar, algunas son más seguras que otras.

"Te choca mucho, porque en nuestra quincena hizo muy mal tiempo", cuentan, "pero encontramos barcas con personas que estaban al borde de la muerte por shock hipotérmico y otras que llegaban en buenas condiciones y querían hacerse un selfie contigo, y todo dependía de su nivel adquisitivo y lo que hubieran pagado".

"Lesbos es, ahora mismo, en todo caso", comenta Kike, "un oasis en lo que está sucediendo, puesto que allí encuentran la cara amable de la sociedad europea, transformada en voluntarios que les apoyan en su desembarco, atención en campos oficiales y no oficiales, donde se les procura atención sanitaria, alimentación o ropa, ya que las oenegés, primero pequeñas y después grandes, han procurado una situación digna en tanto estas personas obtenían su condición de refugiado, pero con los nuevos acuerdos es más difícil obtener este estatus y se encuentran en una especie de limbo, como personas retenidas que han pasado ilegalmente la frontera".

Las situaciones con las que se encuentran estos voluntarios, llegados de todas partes del mundo, son terribles, puesto que las familias cogen a sus hijos "y se lo juegan todo a cara o cruz a ver si llegan vivos, en lanchas neumáticas extremadamente frágiles, en un mar con días de viento, peligroso, con condiciones climáticas muy duras, con criaturas de meses en los brazos".

De las 50 o 70 personas, explicaron, normalmente entre 20 y 30 son niños, y si la barca naufraga, "los niños no tienen ninguna oportunidad, ni las personas desfavorecidas", de modo que "para que tomen esa decisión, es porque lo que tienen detrás es mucho más terrible".

Los bomberos de Valladolid lamentaron que "el problema ahora mismo no es Lesbos, sino el futuro que les espera, totalmente negro, el atasco, hacinamiento, campos y barro que encuentran cuando llegan al continente, con sus hijos, pululando", y recuerdan que algunos refugiados contaban que sus niños sonreían por primera vez al llegar, porque era la primera vez que les trataban bien desde que salieron de casa.

El alcalde, que les agradeció su trabajo humanitario, manifestó su acuerdo con respecto al escándalo que supone la actitud europea ante la situación vital y necesidad de estas personas, que, señalaban los bomberos, "no vienen a mejorar sus vidas, sino que son personas como nosotros, incluso con nuestro mismo aspecto, que no son el Estado Islámico, sino que huyen del Estado Islámico, que entra en sus casas y mata a sus familias delante de ellos".

Oscar Puente lamentó que los Estados europeos "no han querido resolver el problema donde estaba, ni tampoco asumen ahora las consecuencias, aunque tanto los gobiernos como la ciudadanía saben lo que está pasando, porque la sensibilidad social y la solidaridad existe, lo sorprendente", señaló, "es que los gobiernos están actuando de espaldas al pueblo".

Puente confesó que le parece "incomprensible" esta actitud, "incluso desde el punto de vista egoísta", dijo, puesto que, por ejemplo, en Castilla y León, "somos un pueblo envejecido que necesita a gente como ellos, gente joven, familias enteras que podrían llenar y devolver a la vida a comarcas despobladas que los españoles hemos abandonado".