Descripción

Las salas 3, 4, 5 y 8 del MUSEO PATIO HERRERIANO DE VALLADOLID presentan desde hoy, 28 de marzo, dos exposiciones dedicadas a uno de los grandes artistas españoles del siglo XX, JOAQUÍN SOROLLA.Se trata de "Sorolla. Un jardín para pintar" y "Sorolla en su paraíso".

Al acto de presentación han asistido el alcalde de la ciudad, Óscar Puente; la concejala de Cultura y Turismo, Ana María Redondo; y la directora del Museo Sorolla, Consuelo Luca de Tena.

En Sorolla. Un jardín para pintar, podemos descubrir una faceta poco conocida de uno de los pintores españoles más universales, Joaquín Sorolla, y su pasión por los jardines.

Enmarcado en ese momento especial en la historia del arte, Joaquín Sorolla representa uno de los nombres esenciales de la pintura española del siglo XX, y por ello el Museo patio Herreriano ha apostado por este proyecto, que nos descubre aspectos nuevos de su producción y que ayudan a resaltar su importancia. Coorganizada conjuntamente con el Museo Sorolla, Sorolla. Un jardín para pintar, es una exposición que invita a todos los visitantes a descubrir gran parte de la obra que Sorolla hizo sobre los jardines.

La exposición relata, a través del centenar de obras procedentes en su mayor parte del museo dedicado al pintor, cómo éste concibió su jardín de artista en su casa de Madrid como un espacio para la belleza, el deleite sensorial y la creación pictórica. Sus lienzos de patios y jardines en los Reales Alcázares de Sevilla y en la Alhambra de Granada le enseñaban a mirar y a comprender eljardín español, conforme iba concretando su propio espacio. Esta lección lepermitía plasmar en su casa aquellas soluciones que sentía más satisfactoriaspara su propia pintura, trasplantando a su jardín las composiciones,perspectivas, motivos, elementos, colores, sonidos y olores que amaba en suslienzos.

Así fue creando un refugio a la medida de sus pinceles, un paraíso personal que recrear en sus últimas y esenciales pinturas.La lección de los patios y jardines andaluces resultará crucial para laconfiguración del «jardín de artista» que Sorolla construye en su casa de Madrid.

No solo copia algunos rincones concretos de los jardines sevillanos y granadinos que tan bien conoce, sino que, además, trasplanta a su jardín fuentes, azulejos, columnas, estatuas, árboles frutales y plantas ornamentales apasionadamente buscadas y traídas desde Andalucía.

La pretensión principal de esta nueva exposición es profundizar en el conocimiento de todo el proceso de creación del jardín y transmitir al público visualmente la idea de toda la atención y el trabajo que Sorolla le dedicó, enriqueciendo la visión de los cuadros con el trasfondo del propio ardor con que Sorolla acometió su tarea.

La muestra presenta a un Sorolla maduro, que a lo largo de sus últimos años, en medio de los esfuerzos que le exige la realización del gran encargo de los murales de Visión de España para la Hispanic Society de Nueva York, encuentra el tiempo para pensar un jardín, trazarlo, plantarlo y cultivarlo, y sentarse por fin a disfrutarlo pintándolo—pues para Sorolla descansar y gozar eran lo mismo que pintar—: un Sorolla a la vez pintor y jardinero, como lo fueron otros pintores de su tiempo.

Y finalmente, la de llamar la atención sobre los aspectos específicamente botánicos del jardín, que son los que le prestan todo aquello que Sorolla más estimaba: color, variedad, movimiento, vida. Sorolla comienza a pintar los jardines del Real Alcázar de Sevilla y de la Alhambra de Granada en cada uno de sus viajes a Andalucía. Entre 1909 y 1911, coincidiendo con sus dos exitosas giras americanas, Sorolla comienza a cumplir uno de los grandes sueños de su vida: unir en un solo espacio su estudio y su casa, su pintura y su familia, todo ello amparado por un bello jardín. El actual Museo Sorolla de Madrid es la culminación de ese sueño, y su jardín constituye una de las obras maestras más importantes del artista.

A partir de 1911 y hasta que deja la pintura, en 1920, Sorolla dedicará una parte fundamental de sus esfuerzos creativos a la ideación y recreación de su jardín. Este periodo coincide precisamente con la mejor y más moderna pintura de jardines: es el momento en el que Monet desarrolla sus series en torno a los nenúfares; Renoir pinta en Les Collettes, en la Costa Azul, Bonnard compra Ma roulotte, en Vernonnet, en 1912; Kandinsky y Gabriele Münter son ávidos jardineros en la casa que comparten en Murnau, y Matisse adora pintar el jardín desde 1911 cuando comenzara retratando Issyles-Moulineaux.

Sorolla en su paraíso

Por su parte la exposición "Sorolla en su paraíso" reconstruye fotográficamente el ambiente creativo de Joaquín Sorolla y su presencia en los ambientes culturales españoles entre las vísperas de la Revolución de 1868 y la Dictadura de Primo de Rivera, hitos históricos entre los que transcurrió la vida del pintor. Dada la importancia de su figura y su condición de genial artista y gloria nacional, Sorolla fue siempre objetivo de los fotógrafos, desde los maestros de su tiempo, como Antonio García, Christian Franzen, Alfonso, Campúa, Guillem Bestard, González Ragel y Venancio Gombau, que le retrataron en sus estudios, en los escenarios de su trabajo, entre las personas de su cercanía familiar y afectiva y en todos los lances relevantes de su vida.

La exposición se compone de: 61 copias digitales realizadas en el taller de Castro Prieto a partir de los originales de diversas colecciones; 13 copias de época; 3 óleos, obras de Joaquín Sorolla, de la colección del Museo, y se articula en las secciones: Juventud; Familia; El pintor en el estudio; Madurez; Amigos y clientes; Sorolla a plena luz y Últimos días.

Grandes fotógrafos norteamericanos de su tiempo

Importante en la muestra es la presencia de algunos de los grandes fotógrafos norteamericanos de su tiempo, como W.A. Cooper, Williams M. Hollinger, Harris and Ewing, Gertrude Käsebier y Sebastian Cruset, con los que mantuvo también una relación cercana, tras los viajes realizados a Estados Unidos, con motivo de sus exposiciones de 1909.

Las fotografías de Sorolla reunidas en la exposición ofrecen una visión impagable de la evolución del retrato de galería propio de esos años en la fotografía, desde la tarjeta de visita hasta los grandes formatos propios de los días que presenciaron el tránsito entre los siglos XIX y XX. Asimismo, estas fotografías resultan indispensables para acercarse al desarrollo del reportaje fotográfico español, propiciado por la madurez de la prensa ilustrada.

Desde los días postreros del siglo XIX en que comienzan a aparecer sus retratos en Madrid Cómico o La Ilustración Española y Americana, hasta la apoteosis de su popularidad en las dos primeras décadas del siglo XX, Joaquín Sorolla fue protagonista de centenares de reportajes fotográficos aparecidos en las más prestigiosas publicaciones ilustradas.

La presente exposición parte, en buena medida, de los recientes descubrimientos de los fondos de fotografías originales de semanarios y revistas de la importancia de Blanco y Negro, Actualidades, Nuevo Mundo, Mundo Gráfico, La Hormiga de Oro, Crónica, Estampa, ABC y Ahora.

Sorolla y la fotografía

La importancia de la fotografía en la vida de Sorolla es conocida. En un tiempo en que el lenguaje de las cámaras apenas contaba para la mayoría de los representantes del mundo cultural y artístico español, contrastando con la atención que le prestaron intelectuales y artistas en América y Europa, Sorolla se mostró siempre atento a la evolución de la fotografía, como muestra su cercanía personal y profesional con fotógrafos de la talla de su suegro Antonio García, el gran patriarca de la fotografía valenciana, y con el danés Christian Franzen, el más importante retratista y reportero de la España de la Restauración y la Regencia. A ambos los tiene retratados Joaquín Sorolla, en dos retratos admirables no sólo por su propia excepcionalidad en la producción pictórica española, sino por su carácter de mutuo homenaje y celebración entre la pintura y la fotografía.

Conocida también es su relación con el salmantino Venancio Gombau, el soriano Rioja de Pablo, y los jerezanos José Demaría López (Campúa) y Diego González Ragel. De ellos se conservan valiosos retratos del maestro, tanto en el Museo Sorolla como en los propios archivos de negativos de estos excelentes profesionales. Una selección de estas fotografías integra la presente exposición.

El interés de Sorolla por el trabajo de los fotógrafos explicaría la cuidada conservación de su legado fotográfico, que debemos especialmente a sus descendientes y a los responsables del Museo Sorolla. Este legado ha permitido al gran público asomarse a los momentos más relevantes de la biografía del pintor, gracias a los catálogos de exposiciones recientes celebradas en museos importantes de Europa y América y en las propias salas del Museo Sorolla.

Eminentemente fotográfica

La presente exposición se diferencia de las anteriores en que se centra exclusivamente en la presencia de la fotografía en la vida de Joaquín Sorolla y en la variedad e importancia de sus retratos menos conocidos, partiendo de su propia importancia fotográfica y en su calidad de testimonio y fuente de memoria de la vida íntima y pública del artista.

Se trata, pues, de una exposición eminentemente fotográfica, que nos acerca a la figura de Sorolla y, a la vez, constituye un capítulo importante de la historia de la fotografía española. La muestra pretende convertirse en un trabajo canónico sobre la relación entre Sorolla y los fotógrafos, entre el pintor y la fotografía, un lenguaje muy próximo a su evolución personal y artística, desde los días de formación con Antonio García hasta su época de madurez. Consecuentemente, la fotografía y los fotógrafos tienen en esta exposición un especial protagonismo, dada la calidad de los retratos y reportajes reunidos, que no sólo nos permitirán acercarnos a la figura gigante de Sorolla, sino a uno de los momentos más relevantes de un tiempo especialmente importante en la evolución del lenguaje fotográfico.

Las muestras se podrán visitar hasta el domingo el 24 de junio y 17 de junio de 2018, respectivamente, siendo la entrada gratuita.