Descripción


La Sala 2 del Museo Patio Herreriano presenta, desde el 13 de abril y gracias a la colaboración del Museo Patio Herreriano y el Jeu de Paume de París, una exposición dedicada al fotógrafo Willy Ronis (1910-2009), realizada a partir de fondos de la donación que hizo al Estado en 1983. Organizada conjuntamente con la Mediateca de la Arquitectura y del Patrimonio, esta exposición rinde homenaje a ese artista de renombre internacional, develando fotografías que aún permanecían desconocidas.


A la presentación han asistido el comisario y la coordinadora de la muestra, Matthieu Rivallin y Anne Morin –respectivamente-.


«La fotografía es la emoción»: así se expresaba Willy Ronis, ese gran fotógrafo que fue, con Robert Doisneau, Izis, Sabine Weiss … uno de los representantes de la corriente humanista francesa.


Entre las imágenes más conocidas de Willy Ronis, muchos revelan esa mirada hacia lo cotidiano para elaborar micro relatos a partir de personajes y de situaciones que tienen como marco la calle. Hoy en día, esas imágenes erigidas en «monumentos» de la historia de la fotografía traicionan sin embargo la existencia de un instante dado de una manera particular de representar la utopía de la unanimidad humanista: extasiarse ante la realidad y observar la fraternidad de los pueblos.


Si bien es cierto que sus imágenes suscriben, de cierta manera, a esa visión optimista de la condición humana, Ronis no edulcora sin embargo la injusticia social y se interesa en las clases más desfavorecidas. Su sensibilidad hacia las luchas cotidianas para sobrevivir en un contexto profesional, familiar y social precario muestra que las convicciones políticas de Ronis, militante comunista, lo incitaban a un compromiso activo, tanto por la producción como a la circulación de imágenes de la condición y de la lucha obreras.


El estilo de Ronis queda íntimamente ligado a sus vivencias y a su propio discurso sobre la fotografía. No dudaba en evocar su propia vida y su contexto político e ideológico. A lo largo de sus imágenes y de sus textos, descubrimos así a un fotógrafo deseoso ante todo de explorar el mundo, espiando en secreto, esperando pacientemente que este le desvelara sus misterios. Para él, lo importante era más recibir imágenes que ir a buscarlas, de absorber el mundo exterior antes que cogerlo y, de ahí, construir su propio relato.



LA EXPOSICIÓN

"Willy Ronis. Un siglo de humanismo" es una muestra inédita en España. Humanista y popular, la obra de Willy Ronis testifica de la actividad de un fotógrafo que se inscribe en la historia del siglo XX. Pertenece al pequeño grupo de los diez fotógrafos franceses que más han marcado el siglo pasado con Brassaï, Gilles Caron, Henri Cartier-Bresson, Raymond Depardon, Robert Doisneau, Izis, André Kertész, Jacques-Henri Lartigue y Marc Riboud. Desde finales de los años 1970, el reconocimiento crítico de su trabajo se acompaña de un verdadero éxito público.


Esta nueva exposición es la oportunidad de presentar el recorrido de Willy Ronis, un hombre del siglo XX, centrándose en los compromisos y en las búsquedas de una vida que mezcló iconos e imágenes menos conocidas.


Nacido en Paris en 1910, en una familia de emigrantes judíos de Europa del Este Willy Ronis pasa su infancia cerca de una madre música y de un padre artesano fotógrafo. Le debe sur primeras emociones artísticas a la música, y se hubiera dedicado seguramente a ella si no hubiera recurrido a la fotografía primero para ayudar a su padre enfermo, luego para hacer de ello su profesión.


En 1936, su padre fallece y, asaltado por problemas financieros, se ve en la obligación de cerrar el taller del bulevar Richard Lenoir. Después de haber vendido su primera fotografía al periódico L’Humanité en 1935, trabaja como fotógrafo de prensa. Fotógrafo comprometido, cerca del Partido comunista francés, publica sus imágenes en Regards, pero también en Point de vue o Magazine de France. En la Francia del Frente popular, es testigo a la vez de los grandes movimientos sociales de los años 1930 como de los momentos felices de la historia de sus conciudadanos.


Su obra refleja una época en el que el fotógrafo, «artesano-productor de imágenes», es reconocido tanto por su saber-hacer técnico como por la calidad de sus imágenes. Esta actividad, y su curiosidad natural, que le hacen preferir la condición de independiente al de fotógrafo de agencia, le permiten abrazar rápidamente todos los temas: moda, industria, retratos de personalidades, reportajes de costumbres. Sus primeras obras testifican de haber asistido a círculos artísticos de la época: Robert Capa, Chim, Neftali Avon (Naf).


Así, expone en mayo del 1935, tres fotos durante la exposición Documentos de la vida social organizada por la Asociación de los escritores y artistas revolucionarios (AEAR) en la librería-galería La Pléiade, en Paris. Su montaje Trabajamos por la guerra es entonces comentada por Louis Aragon en la revista Commune.


A semejanza de Brassaï, Doisneau, Jahan, Bovis, René-Jacques ou Masclet, Willy Ronis anda por las calles de la capital, captando a su paso escenas pintorescas, transeúntes ocupados, enamorados, jóvenes felices en las atracciones de feria, pero también la soledad de las chabolas, el Sena y sus barcas, la muchedumbre en el museo del Louvre, o también el encanto de los barrios del norte de París.


Esos relatos tiernos y poéticos contribuyen a la creación de la corriente de la fotografía humanista que se desarrolla en Francia después de la Segunda Guerra mundial. Willy Ronis, que adhiere entonces al Partido comunista, no esconde su empatía con el mundo obrero y el mundo del trabajo. Cubre los conflictos sociales en Citroën (1938) o Renault (1950), hace un reportaje en las minas de Saint-Étienne (1958) o en la industria textil en Alsacia (sobre 1950). Sus imágenes de una sociedad popular, de piquetes de huelga y de militantes sindicalistas son, sin miserabilidad, el fruto de una verdadera solidaridad con la lucha obrera y de un compromiso activo acerca de los ignorados.


Sus convicciones le llevan a finalizar su colaboración con la prensa americana, ya que algunas de sus fotografías habían sido utilizadas en un sentido negativo por el movimiento obrero francés. Esta manifestación de independencia, que va a la par con su compromiso político, le valdrá dificultades profesionales y financieras.


Sus fotografías más famosas, hechas en Francia, no tienen que hacernos olvidar que un gran número de sus fotos han sido tomadas por Ronis durante varios viajes al extranjero. Descubrimos así que, en Londres, en 1955, se deja seducir por el ambiente de los pubs y por la multitud de los neones publicitarios para dar una imagen de la ciudad a la vez dinámica y poética, tintada de extrañeza. Políglota, curioso y culto, Willy Ronis efectuó numerosas estancias en Italia, en Bélgica, en Holanda, en Nueva York, en La Reunión, y también en plena guerra fría en Moscú y Praga, o incluso en RDA, esa «otra Alemania», donde realizó durante dos estancias (en 1960 y en 1967) su reportaje más importante fuera de Francia.


Willy Ronis insiste en el hecho de que casi todas las fotografías son «fragmentos de vida ordinaria». Nunca ansioso de comentarios sobre sus fotos, revelando anécdotas y recuerdos con gusto y precisión, escribe en 1979, en Sobre el hilo de la casualidad: «Mis cazas felices, solo las he vivido cuando robaba tiempo al que tenía que dedicarle al trabajo encargado, o cuando el detonante provocado por un evento inesperado hacía subir la fiebre de las grandes emociones.»


Fotógrafo libre e independiente, Ronis vinculó siempre su experiencia personal a su obra, la cual se desarrolla y se nutre igualmente al contacto de los suyos : los retratos de Marie-Anne, su mujer (cuyo famoso Desnudo provenzal), de Vincent, su hijo, de sus gatos, de sus amigos (Capa) y de personalidades conocidas a lo largo de su vida (Sartre, Prévert, Brassaï) testifican de la misma poética de lo universal que el resto de su obra ; como los desnudos femeninos, que nunca dejó de fotografiar, o los autorretratos que jalonan su larga y bella trayectoria.


Multitud de otras obras de Willy Ronis ilustran el gusto del fotógrafo humanista por la ciudad de París, con no menos de diez publicaciones colectivas y seis publicaciones personales. Encontramos así su firma en la mayoría de las publicaciones dirigidas por François Cali en los años 1950, al lado de los demás fotógrafos del «Grupo de los XV» con los cuales defiende los intereses profesionales de los fotógrafos. Su obra incluye también proyectos donde se despliega su sensibilidad propia– así, el libro Belleville-Ménilmontant, que se publica 1954 en Arthaud con un prólogo de Pierre Mac Orlan y una maqueta de Roger Excoffon.


Dedicado a un barrio poco documentado en aquella época, este libro «expresa un populismo cercano a su amigo Doisneau, pero en una vena menos sonriente, y le devuelve la fuerza gráfica de los paisajes urbanos a París; donde las escaleras y las chozas son el contrapunto de los cielos y las hojas».


Su obra está dedicada a partir de 1951 por Edward Steichen, que hace de él uno de sus Five French Photographers, al lado de Brassaï, Henri Cartier-Bresson, Robert Doisneau et Izis, presentando 24 fotos de sus imágenes más emblemáticas en el museo de Arte moderno (MoMA) de Nueva York. Su fotografía Vincent aeromodelista, tomada en Gordes en 1952, es elegida por Steichen para figurar en la exposición «The Family of Man» en 1955. Dos años más tarde, el fotógrafo recibe la medalla de oro en la Mostra internazionale bienal di fotografia de Venecia.


En Francia, la obra de Willy Ronis tiene que esperar a finales de los años 1970 para recibir tal consagración. Obtiene en 1979 el gran premio de las Artes y las Letras y participa en la exposición «Diez fotógrafos para el patrimonio» en el Centro Georges-Pompidou. Su obra se expone en los Encuentros internacionales de la fotografía en Arles el año siguiente, donde es el invitado de honor. Su primera donación al Estado, en 1983, da lugar dos años más tarde a una exposición de 150 fotos en el Palacio de Tokyo.


Hasta su fallecimiento, el 11 de septiembre de 2009, el trabajo de Willy Ronis se resalta regularmente: durante una exposición en la Casa Consistorial de París en 2005, en la que la Biblioteca nacional dedica a la fotografía humanista en el 2006, o durante sus dos últimas retrospectivas organizadas por el Jeu de Paume, en 2009, durante los Encuentros de Arles, en la capilla Santa-Ana y, en 2010, en la Monnaie de París.


La exposición permanecerá abierta hasta el 1 de julio, existiendo un programa de visitas guiadas gratuitas.